Se sienta en una silla a pie de césped en el Leichhardt Oval de Sídney, donde la selección acaba de finalizar el penúltimo entrenamiento antes de la final del Mundial, y Salma Paralluelo (Zaragoza, 19 años) descorcha una sonrisa que desmonta a cualquiera. Tiene una personalidad arrolladora. Un discurso que ni de lejos trasluce su corta edad. Carácter y alegría, escudos ante las dificultades que le ha presentado la vida. Es una futbolista con piernas kilométricas, una atleta con botas, y también el aguijón de España, como relató ante Holanda y Suecia en los dos últimos envites. MVP, a pesar de empezar como suplente. “Da igual si salgo de inicio en la final o si me llevo otro trofeo. Lo que queremos es levantar la copa y vamos a lograrlo”, resuelve con confianza. Es Salma.
Pregunta. Ahora triunfa en el Mundial, pero hace un año le dijeron a pocos días de la Eurocopa que se quedaba fuera por lesión…
Respuesta. ¡Buf! Lloré muchísimo. Estábamos en Las Rozas y los entrenadores y el doctor me comunicaron que no podría ser. Rompí a llorar al instante. Les decía: ‘No, no, que sí que voy a llegar, que podré jugar, que me recupero rápido…’. Aceptarlo fue muy difícil. Encima, cuando llegué a casa y vi a mis padres tan fastidiados, pues, hala, otra vez a llorar.