A comienzos del siglo XX, España experimentó un notable saqueo de su patrimonio artístico, en particular de artesonados renacentistas que embellecían palacios y construcciones históricas. Uno de los ejemplos más representativos es el del palacio de los duques de Maqueda en Torrijos, Toledo. Este magnífico edificio, edificado en el siglo XV, fue desmantelado de manera intencionada para comercializar sus preciados techos de madera, llamados artesonados, a coleccionistas y museos del extranjero.
La investigadora María José Martínez Ruiz ha indagado profundamente en este acontecimiento, desvelando un patrón sistemático de despojo que impactó a varios monumentos en toda España en las primeras décadas del siglo XX. Según Martínez Ruiz, el proceso comenzaba con la identificación y promoción del valor artístico de estos techos, lo cual, paradójicamente, los hacía atractivos para comerciantes de arte y anticuarios. Una vez reconocida su importancia, se llevaba a cabo el desmantelamiento y venta de las piezas, dejando los edificios originales en estado ruinoso.
En el caso del palacio de Torrijos, cuatro de sus artesonados fueron comercializados y en la actualidad están en diversas instituciones: el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, el Victoria and Albert Museum de Londres, el Museo Legion of Honor de San Francisco y el castillo de Villandry en Francia. Este saqueo no solo privó a España de elementos arquitectónicos de un valor incalculable, sino que también llevó a la desaparición de edificaciones históricas que, al carecer de sus estructuras originales, quedaron expuestas al deterioro y eventual demolición.
Uno de los principales actores en este comercio fue Lionel Harris, dueño de The Spanish Art Gallery en Londres. Harris tuvo un rol fundamental en la salida de estos tesoros artísticos de España hacia otros países. Su actividad dio comienzo a una serie de operaciones similares que se replicaron en distintas regiones del país. La ausencia de legislación efectiva y la complicidad de ciertos intermediarios locales facilitaron este saqueo sistemático.
Otro ejemplo de este patrón se encuentra en la iglesia de Santa Marina en Valencia de Don Juan, León. A pesar de los intentos de académicos y autoridades por preservar el templo, fue demolido y sus techos vendidos antes de que pudieran intervenir. Este incidente muestra cómo, en muchos casos, las medidas de protección llegaban demasiado tarde, cuando el daño ya era irreversible.
La investigación de Martínez Ruiz también resalta la implicación de figuras locales en este comercio. Platón Páramo, farmacéutico y diputado provincial, es señalado como un personaje ambivalente que, a pesar de ser miembro de la Comisión de Monumentos de Toledo, participó activamente en la venta de los artesonados de Torrijos. Su posición le permitió influir en decisiones cruciales, como la emisión de informes desfavorables para la protección del palacio, facilitando de esta manera su desmantelamiento.
La investigación de Martínez Ruiz también destaca la participación de figuras locales en este comercio. Platón Páramo, boticario y diputado provincial, es señalado como un personaje ambiguo que, pese a formar parte de la Comisión de Monumentos de Toledo, estuvo involucrado activamente en la venta de los artesonados de Torrijos. Su posición le permitió influir en decisiones clave, como la emisión de informes desfavorables para la protección del palacio, facilitando así su desmantelamiento.
El destino de estos artesonados, tras salir de España, era diverso. Algunos fueron incorporados a colecciones privadas, mientras que otros se muestran en museos y galerías de arte. Sin embargo, durante el proceso de traslado y reinstalación, no siempre se respetaba la integridad original de las piezas. En ocasiones, las estructuras eran modificadas o adaptadas a nuevos espacios, alterando sus proporciones y diseños originales. Esto ha resultado en que, en algunos casos, los artesonados exhibidos en el extranjero sean versiones distorsionadas de las obras originales.
El destino de estos artesonados, una vez fuera de España, variaba. Algunos fueron integrados en colecciones privadas, mientras que otros se exhiben en museos y galerías de arte. Sin embargo, el proceso de traslado y reinstalación no siempre respetaba la integridad original de las piezas. En ocasiones, las estructuras eran modificadas o adaptadas a nuevos espacios, alterando sus proporciones y diseños originales. Esto ha llevado a que, en algunos casos, los artesonados que se exhiben en el extranjero sean versiones distorsionadas de las obras originales.
La pérdida de estos elementos arquitectónicos no solo representa un detrimento cultural para España, sino que también afecta la identidad y memoria histórica de las comunidades locales. Edificios que alguna vez fueron símbolos de esplendor y riqueza quedaron reducidos a escombros, y sus tesoros ahora se encuentran dispersos por el mundo, lejos de su contexto original.
Este periodo oscuro en la historia del patrimonio español pone de manifiesto la necesidad de una protección más efectiva y de una mayor conciencia sobre el valor de los bienes culturales. Aunque en la actualidad existen leyes y organismos dedicados a la conservación del patrimonio, es fundamental aprender de estos episodios para evitar que se repitan en el futuro.