Rusia entierra a escondidas a Prigozhin para evitar un acto de protesta por su muerte | Internacional

Los rusos hicieron del engaño militar, la maskirovka, un arte. Los restos mortales del jefe de los mercenarios de Wagner, Yevgueni Prigozhin, yacen ya en un cementerio a las afueras de San Petersburgo después de que las autoridades simulasen durante horas que iba a ser enterrado en otro distinto. Lejos de los focos, relegado al olvido por un poder que jugó al gato y el ratón todo el martes para evitar convertir en el funeral en un acto de protesta por su muerte. El líder de la compañía militar que desafió al Kremlin a finales de junio ha sido enterrado en el camposanto de Porojóvskoye, rodeado de sus íntimos y cientos de policías y miembros de la Guardia Nacional que trataron de evitar hacer público su sepelio.

Al acto no acudió Vladímir Putin. El presidente ruso puso la cruz a Prigozhin hace dos meses al señalarle como traidor. Su amotinamiento de junio para exigir la destitución del ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, fue la gota que colmó el vaso después de que el empresario caldease sus críticas hacia la dirección de la invasión de Ucrania.

Durante todo el martes se filtraron rumores de que el jefe de los mercenarios podía ser enterrado en el Cementerio Norte o en el principal camposanto de San Petersburgo, el de Seráfimovski, donde un panteón militar acoge las tumbas de algunos notables del país. Prigozhin no recibió ese honor pese a haber sido condecorado por el Kremlin con la orden Héroe de Rusia por sus violentas acciones en Ucrania, lo que le habría otorgado derecho a una tumba más solemne.

Miembros de las fuerzas de seguridad rusas, este martes en el cementerio de Porojóvskoye, tras el funeral de Prigozhin.
Miembros de las fuerzas de seguridad rusas, este martes en el cementerio de Porojóvskoye, tras el funeral de Prigozhin.Javier G. Cuesta

Se desconoce si recibió el funeral militar que le correspondería por esa medalla, pues su entierro fue celebrado en la más estricta intimidad. Ninguna de las personas que abandonó entre sollozos el recinto de Porojóvskoye quiso hablar con EL PAÍS, presente a la salida del cementerio.

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El diario Fontanka publicó una foto del lugar donde fueron enterrados los restos de Prigozhin. Junto a la lápida, hay un texto enmarcado con el poema Naturaleza muerta del reconocido poeta petersburgués Joseph Brodsky. “Vivo o muerto / No hay diferencia, mujer / Hijo o Dios, soy tuyo”, recoge la última estrofa.

En este cementerio, un lugar que fue levantado a las afueras de San Petersburgo para sepultar a obreros y soldados en fosas comunes, yace también el padre de Prigozhin. El lugar, donde las cruces se solapan con un frondoso bosque, fue acordonado por un espectacular despliegue policial en el que no hubo más de un metro de separación entre los agentes. El acceso siguió estando prohibido incluso para los pocos seguidores del jefe de los mercenarios que con arrojo marcharon al lugar una vez confirmado su entierro allí.

El arte del engaño, la ‘maskirovka’

La maskirovka fue absoluta. Frente a la entrada del cementerio de Seráfimovski se congregaron decenas de policías para impedir el paso a los periodistas. La principal fuente de información fue el diario local Fontanka, cuyas fuentes revelaron que la supuesta ceremonia de despedida previa al entierro de Prigozhin en el céntrico salón de actos de Matezh fue un burdo engaño: no había nadie allí.

“No me creo que esté muerto, no puede ser”, decía entre lágrimas Elena frente al cementerio de Seráfimovski. “Le apreciaba mucho, hablaba abiertamente de lo que sucedía en Ucrania. Nos enseñó mucho”, agregaba con un ramo de flores en la mano. La tumba de Prigozhin no estaba allí. Tampoco las ganas de hablar de la catástrofe aérea que segó las vidas del dueño de Wagner y del resto de su cúpula.

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“No sé quién fue, no quiero hablar de ello”, respondía Olga a regañadientes al preguntarle sobre la caída del avión. Otra mujer mayor, también llamada Olga, lo resumió en dos frases: “Era un héroe. Ha hecho muchísimo por Rusia, pero todo esto es un juego”.

Varias patrullas pasaban entre los periodistas con perros a la búsqueda de explosivos cuando alrededor de la 13.30 (12.30 en la España peninsular), en torno a la misma hora en la que comenzaba el funeral real de Prigozhin, decenas de kilómetros al noreste de San Petersburgo, un dron sobrevolaba la zona sin que se tomasen medidas en su contra.

Prigozhin fue enterrado a las 16.00. Otras víctimas del avión, incluidos algunos guardaespaldas de Prigozhin, fueron despedidos en otros cementerios. Valeri Chekálov, el responsable de la logística de Wagner y socio desde hace décadas del empresario, recibió su sepelio en el Cementerio Norte de San Petersburgo, rodeado de más de un centenar de personas, entre familiares y allegados.

Huérfanos de un lugar al que dirigirse para despedir a su héroe, algunos simpatizantes de Prigozhin se acercaron al homenaje improvisado frente a las oficinas de Wagner antes de su destierro a Bielorrusia por la rebelión.

“No me lo creo, es muy duro”, decía a EL PAÍS uno de los militares de Wagner que participó en la invasión de Ucrania, visiblemente emocionado frente a los cientos de flores y detalles dejados allí por sus seguidores. “¡Es un héroe de Rusia! ¡Y también Utkin! [comandante de Wagner, también fallecido en la catástrofe aérea]. “Ha sido un asesinato, no me creo nada”, añadía.

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“No tendrá consecuencias en el campo de batalla. Hay muchos soldados allí, y los nuestros ya están en casa”, agregaba el joven militar, llegado a Rusia “hace unas tres semanas” de Bielorrusia. “Solo cumplíamos órdenes, éramos soldados ordinarios”. No quiso decir su nombre por cautela, y antes de marcharse acompañado de su chica, recalcó que no firmará ningún contrato con las Fuerzas Armadas rusas para proseguir la guerra en Ucrania. Tampoco quiso explicar dónde estuvo cuando Prigozhin lideró la rebelión de finales de junio.

Una joven, Marina, también acudió al lugar donde se recordaba a Prigozhin pese a ser “absolutamente pacifista”. “He venido de otra ciudad a petición de una persona que es muy importante para mí. Quería que dejase esta navaja entre las flores”, contaba la chica antes de recalcar que se opone “a todas las guerras por principios”. “Pero esto era muy importante para esta persona, y por eso estuve de acuerdo”, se excusaba.

Otros dos veinteañeros, Ilia y Artiom, también se acercaron al homenaje para despedirse de Prigozhin. Nunca sirvieron en el frente, pero encumbran al dueño de los mercenarios como “un verdadero héroe de Rusia”. “No sé qué pasará en el futuro, pero nada bueno”, dice Ilia, que dejaba caer la sombra de la duda sobre la autoría de la muerte del jefe de Wagner: “Por las noticias no se sabe qué pasó, pero hay algo raro detrás”.

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By Eliza Salas Armijo

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